lunes, 6 de agosto de 2007

A veces, incómoda y patética se me hace tu vanidad, tu leve narcisismo. Eres la primera belleza que se me acerca y se "interesa" y puedo estar con ella con todo y cohibiciones y complejos propios.
Entre la burbuja del equilibio, no quiero lo que es mejor que yo,
ni alcanzarlo,
ni superarlo
ni conservarlo.
La paradoja es que extraño
aún sientiéndome sumisa,
menor
vulnerable a tus dedos
a su manera de moverme y guiarme
a tus labios
a su manera que aprendieron
en devolverme la mordida
y en enseñarme ternura céfira.
No quiero salvarte
ni que lo hagas por mí.
No deseo enseñarme para que seas parte de mi mundo,
un poco desallegado del tuyo.
Sólo quiero estar contigo
porque se que a ti no te lastimaré ya.

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