sábado, 16 de junio de 2007

Mas brevedad: olas de cristal

Diálogos entre Sylvia Plath y Virginia Woolf


Plath.-Tenía que estar pasándomelo en grande, tenía que estar ilusionada como las otras chicas, pero no conseguía reaccionar. Me sentía quieta y vacía como el ojo de un tornado, moviéndome sin ninguna fuerza. (...)
Woolf.- Ellas ríen de verdad y se irritan de verdad mientras que yo tengo queobservar lo que hacen los demás para en seguida poder imitarlos. Cuando estoy sola, caigo a menudo en el vacío. Debo plantar firmemente mi pie sobre el borde del mundo, a fin de no caer en la nada.
Plath.-También recuerdo a Buddy Willard diciendo, con una seguridad siniestra, que una vez que me casara me sentiría diferente, que no iba a querer seguir escribiendo poemas. Entonces pensé que quizá fuera verdad, que cuando uno se casaba y tenía hijos era como un lavado de cerebro, y que después una iba por el mundo sedada como un esclavo en un estado totalitario.

Woolf.- Las historias de Bernardo me divierten al principio.Pero cuando se alargan absurdamente y él se queda de pronto con la boca abierta retorciendo entre los dedos un alambre, siento mi propia soledad. Bernardo ve a todo mundo con contornos difusos.He aqui la razón por la cual no puedo hablarle de Percival. No puedo confiar mi absurda y violenta pasión a su comprensión y simpatía. Necesito de alguien a quien el colmo de lo absurdo le resulte sublime y para quien el cordón de un zapato sea algo adorable.
(...)

En un mundo sin melancolía los ruiseñores se pondrían a eructar.

Atropellaron a un perro. Desconocido, no mío. El culpable se fue. No conoceré su rostro. El carro en el que iba posibilitó la carrera de huir.Figuré al perro color negro con un lunar blanco en la frente mientras, adentro, se estaba discutiendo la hipótesis efectiva de que fue un perro el agraviado.
Negro, de los chaparros sin admiración, con los pelos encrespados pero no enredados,todo un callejero sin calle y a lo mejor con dueño. Orejas, trompa, con las patas mugrosas por las huellas de la lluvia del comienzo del día, ya dañadas, ansiosas de desprenderse de esse cuerpo afligido y sin poder saberlo, a lo mejor,con la cadera ya rota.Antes de que lo levantaran concebí un sufrimiento a pocos metros de alejamiento entre esse perro que marcó el desorden entre el día y yo. Esse sufrimiento era incapaz de tenerlo. Un delirio de morir, pero sólo a medias, porque la muerte sólo será de desesperación.No poder morir y como farsantes que somos, sobrevivir. No vi mas cercano su rostro, ni olí su respiración cortada o hablé con él acerca de la súplica por salvarlo de la vida o la muerte sin poder ser efectiva alguna de las dos... Su dolor era muy ajeno a mi. Su dolor real con mi coraje inútil.

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