Los rostros, formas equivalentes que describen mejor que otros elementos el momento en la imagen. He estado descubriéndolos, ahora sí he observado, aún por veces suelo quedarme fija a un punto que no es un rostro, ni es el paisaje, es el suelo, los pies del suelo, a la nada subterránea. Ahora que vuelvo la mirada al horizonte, he contemplado con mejor vista las caras. Con esto no digo que sólo la mía me era la más familiar, de pronto abrí los ojos y decidí encarar a los rostros ajenos para dejar descansar el cuello que en cada vustazo se esforzaba para reconocerme vanidosa en cada ventanal, vidrio polarizado o espejo de la calle. Nunca he sido así. Mis incomodidades: que te vean profunda e intrínseca. He llegado a fobilizar, repudiar la función del reflejo. Naturalmente, no me quiero.
Me hallo desviada por los rostros, caras poseedoras de los atributos de un sólo lugar. La representación en su claridad directa. El estado de ánimo indicado desde un texto así estaría de sobra para interpretar la voz de una mirada o el clima de la piel; la navaja afilada o antigua del temperamento y más maravilloso lo que podría resultar la lectura de la palma arriesgando conocer la deparación. La cara brinda la lectura pero del presente...¿una mejor escencia de la existencia puede haber?
No hay comentarios:
Publicar un comentario